sábado, 4 de febrero de 2012

Iría hasta Narnia, si él viniese conmigo.

Risueña, muy risueña. Incondicional de mi blog, apasionada por Moccia, loca por la coca-cola y adicta a los zapatos. Fanática del Fútbol Club Barcelona, pero ante todo fiel a mi aldea. Enamorada de la vida en general. Amo el café, y más que nada tomarlo con ellas. Siempre he tenido muy claro quien era y nadie nunca me hizo cambiar de opinión, no he dudado ni un momento en perseguir mis sueños por más inalcanzables que fueran. He caído y levantado incontables veces, y jamás me he rendido porque vida solo hay una y está para vivirla. Hasta que ahí  llegó él; con sus aires de superior, su andar chulesco, y su tan adorable sonrisa, y así, sin poderse evitar, se convirtió en el "hip" de mi "hop", en el otro "cha" de un "chacha", en el 6 de cualquier número de teléfono, en la parte de bailar pegados en un vals. Paso a ser la X de una ecuación, y el dividendo de toda división. Él era la primera cita, el segundo beso, la tercera caricia, el cuarto motivo de mi sonrisa, el quinto latido de mi corazón y la perdida infinita de toda razón. Y así fue como desmontó todo esquema posible; olvidé años enteros de lecciones, dejé de escuchar consejos. Solo existia él. Y está claro lo que eso conlleva, sin él, no hay división, ni tampoco ecuación, ni risa, ni prisa, ni sueños, ni baile, ni cita, ni beso. Sin él, no queda absolutamente nada.

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